Como muchas mujeres en movilidad, Binta y Madamba [nombres sustitutivos ] son fuertes y valientes, pero también profundamente vulnerables. Algunas han recorrido más de 4.000 kilómetros a pie con la esperanza de llegar a su tierra prometida, Europa. En este viaje, ser mujer significa estar expuesta a una gran violencia, en su mayoría perpetrada por hombres.
Estas son las historias de Binta y Madamba , que ilustran la fuerza interior que impulsa a tantas mujeres a pesar de las dificultades de la emigración.
Binta, una fuente de inspiración
Durante nuestro voluntariado en el sur de Marruecos, tuvimos el privilegio de conocer a Binta. Su radiante sonrisa y su cálida forma de comunicarse trascendieron la barrera del idioma. He aquí parte de la historia de Binta.
Binta salió de su país impulsada por el sueño de llegar a Europa para ofrecer a su familia un futuro mejor. Pero su viaje se truncó cuando se encontró varada en El Aaiún, al sur de Marruecos, en una situación muy precaria. Su aislamiento y vulnerabilidad se vieron agravados por la violencia doméstica ejercida por su marido.
Sin embargo, su valor nunca flaqueó. Binta cruzó sola más de 200 kilómetros de desierto, a veces sin comer durante días, en condiciones extremas. Intentó sobrevivir trabajando en el mercado informal y puso en marcha un pequeño negocio de confección de ropa, una iniciativa modesta pero que le permitió escapar por un tiempo de su rutina y mantener vivas sus esperanzas.
Binta quiere hacer algo más que sobrevivir. Sueña con estudiar en la universidad, formarse como cocinera y algún día volver a su país para abrir su propio restaurante. Es una esperanza que aún alberga, aunque de momento siga atrapada en su difícil realidad.
En el camino, Binta ha encontrado a Caritas, un lugar donde se siente segura y acogida. De lo contrario, probablemente no habríamos escuchado su historia. Una historia que, a pesar de los retos y el dolor, está llena de esperanza.
Binta nunca ha dejado de sonreír ni de soñar. Es una mujer cuyo valor y determinación nos recuerdan que la esperanza puede perdurar incluso en las circunstancias más adversas. Es, sin duda, una fuente de inspiración.
La esperanza de Madamba
Madamba llegó al centro de acogida en un momento crucial de su vida. Embarazada y sola, cargaba no sólo con el peso de su propio viaje migratorio, sino también con la incertidumbre sobre el futuro de su hijo. En una consulta médica se enteró de que su bebé corría el riesgo de contraer una enfermedad de transmisión sexual, lo que le causó una gran angustia.
A este difícil momento siguió un estrecho apoyo por parte del equipo del centro. Durante varios meses de dudas y decisiones difíciles, Madamba fue apoyada y escuchada. Aunque su familia está lejos, ha encontrado en este niño la esperanza de una vida mejor, un motivo para seguir confiando.
El bebé nació sano, un niño precioso que llenó de alegría la vida de Madamba. Hoy, este pequeño es su razón para seguir adelante y mirar al futuro con esperanza.
Esta experiencia también despertó en ella el deseo de ayudar a otras mujeres que, como ella, se enfrentan a situaciones de extrema vulnerabilidad. Esta solidaridad, contagiosa entre quienes han compartido el mismo camino, se refleja hoy en los ojos de Madamba, que trata de llevar a otras el apoyo que ella ha recibido.
Las historias de Binta y Madamba nos recuerdan que detrás de cada rostro emigrante hay sueños rotos, pero también una fuerza inagotable. Estas historias son una llamada a la solidaridad, la justicia y la acción.
Apoyar a las mujeres migrantes no sólo les permite reconstruir sus vidas, sino que también refuerza nuestras sociedades fomentando la resiliencia y la determinación.
En este día dedicado a la lucha contra la violencia hacia las mujeres, la RAEMH y Cáritas Marruecos invitan a todos a comprometerse por un mundo en el que se respeten los derechos de las mujeres migrantes y en el que puedan vivir libres de violencia.
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Testimonios recogidos por Teresa y Paula, voluntarias de Cáritas Marruecos.