Sin Ellos, no lo lograremos...

29 marzo 2025
Novedades


Secours Catholique - Caritas France

En Francia, la cuestión de la inmigración sigue estando en el centro del debate político y social. Con la ley de 26 de enero de 2024 destinada a reforzar el control de la inmigración y mejorar la integración, seguida de la circular de enero de 2025 que restringe aún más las posibilidades de regularización, la situación de los exiliados es cada vez más precaria. Y sin embargo, frente a estas restricciones, la sociedad civil y las organizaciones benéficas como Secours Catholique-Caritas Francia siguen encarnando una solidaridad esencial. Mientras algunos países europeos empiezan a reconocer la necesidad de mano de obra inmigrante, Francia sigue adoptando una línea dura. Mientras tanto, la acción popular sigue siendo la última línea de defensa contra la exclusión y la injusticia.


Tras la ley de 26 de enero de 2024 sobre el control de la inmigración y la integración, una nueva circular, publicada en enero de 2025 por el ministro del Interior, Bruno Retailleau, restringe aún más las posibilidades de regularización de los exiliados que viven en Francia.
En un contexto de crisis política marcada por tres gobiernos sucesivos en el espacio de un año, los dirigentes políticos vuelven a utilizar a los extranjeros como chivos expiatorios. Sin embargo, en otros lugares de Europa, donde las ideas de extrema derecha están ganando terreno, algunos países están empezando a reconsiderar sus restricciones a la inmigración, al darse cuenta de que sus envejecidas poblaciones necesitan refuerzos procedentes de otros lugares.
A la espera de un cambio en Francia, organizaciones caritativas como Secours Catholique-Caritas France suplen las carencias del Estado ofreciendo a los exiliados lo que debería ser un derecho fundamental: la fraternidad, aunque esté inscrita en todas las fachadas de nuestros ayuntamientos.

Vivir en la sombra durante siete años, sin poder trabajar legalmente y obligado a aceptar empleos inseguros y mal pagados, es un auténtico calvario. Pero cada año es una oportunidad para entablar relaciones con la población local, ganar confianza y reconstruir su vida. Pero es un viaje plagado de obstáculos: encontrar un centro de formación dispuesto a abrir sus puertas, reunir equipos que ayuden con los trámites administrativos, encontrar un alojamiento estable, porque sin un techo bajo el que cobijarse es imposible aprender y planificar el futuro.
Muchos llegan a Francia con la esperanza de encontrar un país de derechos humanos. Por supuesto, existen servicios, como el acceso a la atención sanitaria primaria, pero ahora están sujetos a un periodo de espera de tres meses y a una complejidad administrativa desalentadora. El acceso a la educación gratuita para los niños, a menudo considerado como una esperanza para las familias exiliadas, es también una carrera de obstáculos, mientras que en sus países de origen, la falta de registro civil y la falta de recursos hacen que la escuela sea inaccesible.

La implicación de los exiliados en el trabajo comunitario insufla nueva vida a nuestros equipos. Algunos descubren o reutilizan competencias útiles para la comunidad de acogida, mientras que otros, cualificados, forman a voluntarios y apoyan a los más vulnerables. Sin embargo, apenas se reconocen estas numerosas contribuciones a la sociedad. Es crucial contar una historia diferente sobre la migración, deconstruir los prejuicios y combatir las ideas preconcebidas.
En mi ciudad, el mediador de un centro de día es originario de África. Desempeña un papel esencial para suavizar las interacciones entre los cocineros y los vagabundos que vienen en busca de una comida caliente, a veces sin ducharse siquiera; entre el equipo administrativo y los que, agotados por años de vagabundeo, encuentran en él un oído atento y un punto de referencia tranquilizador. Más de la mitad de los voluntarios que ayudan a los sin techo son jóvenes exiliados que se niegan a esperar una hipotética regularización para participar activamente en la sociedad francesa.
¿Y qué decir de los niños que, a pesar de sus precarias condiciones de vida, se aferran a la escuela compartiendo un espacio reducido con sus hermanos y hermanas?
Esta circular hará aún más vulnerables a personas que ya viven en condiciones muy precarias. Pero nunca podrá alterar su dignidad ni su humanidad. Al menos, eso espero. Si estamos a su lado, juntos podremos construir un futuro más justo.


Laurence Huard ,

Encargado de Proyectos para Migrantes
Secours Catholique - Caritas Francia