«Era forastero y me acogisteis». (Mateo 25, 35)
El 21 de abril de 2025, el mundo vio apagarse una luz, pero no una esperanza. El Papa Francisco, pastor de las periferias, artesano de la fraternidad, dejó esta tierra, dejando una huella indeleble en el corazón de millones de personas, creyentes y no creyentes. Su legado va más allá de los muros de la Iglesia. Pertenece a toda la humanidad, y en particular a quienes experimentan la movilidad no como una elección, sino como una necesidad.
La Red Africano-Europea para la Movilidad Humana (RAEMH) rinde homenaje a esta figura inspiradora, cuya voz promovió con fuerza la dignidad de los migrantes y refugiados a lo largo de su pontificado. En 2017, en un importante mensaje con motivo de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado, el Papa Francisco trazó una clara línea de compromiso, formulando cuatro verbos fundamentales que guían toda acción justa hacia las personas en movimiento: acoger, proteger, promover e integrar . Estas cuatro palabras resumen por sí solas una política humana, una actitud ética y una visión evangélica de la convivencia. Estos diferentes verbos dan una idea de lo que se espera de las comunidades humanas en términos de desarrollo humano integral.
Ante todo, acoger significa abrir la puerta del propio corazón y de la propia casa a quienes llegan, sea cual sea su país de origen, su religión o sus circunstancias socioeconómicas y políticas. El Papa lo ha hecho no solo con sus palabras, sino también con gestos contundentes: su visita a Lampedusa en julio de 2013, pocos meses después de su elección, fue un grito contra la banalización del sufrimiento humano. Ante las tumbas anónimas de personas ahogadas en el Mediterráneo, pidió que se derribara el muro de la indiferencia.
Proteger a los inmigrantes significa negarse a permitir que se vean reducidos a cifras o amenazas. Significa defender sus derechos, su integridad física y moral y su seguridad, incluso cuando se encuentran en situación administrativa irregular. El Papa Francisco ha denunciado en repetidas ocasiones las detenciones arbitrarias, los campos inhumanos y las políticas migratorias inhóspitas. Su alegato a favor del «derecho a no emigrar», es decir, que nadie se vea obligado a huir, ha ido de la mano de su llamamiento a garantizar vías legales, seguras y dignas para quienes se marchan.
Promover significa algo más que prestar asistencia. Significa reconocer los talentos, las capacidades y los sueños de las personas en movimiento y ofrecerles los medios para contribuir activamente a la sociedad. El Papa Francisco insistió: «Las personas en movimiento no son una carga, sino una riqueza si se les da una oportunidad». Para él, la inclusión es una forma de reforzar el tejido social, combatir los prejuicios y construir comunidades más justas.
Por último, la integración significa trabajar para garantizar que cada persona desplazada pueda encontrar su lugar en la sociedad de acogida sin negar su identidad. La integración, tal como la entiende el Papa Francisco, no es ni asimilación forzada ni indiferencia multicultural, sino una reciprocidad viva, un diálogo, un encuentro que transforma.
Sus audaces posturas en cuestiones migratorias han sido muy elogiadas, pero a veces también criticadas. Mientras que varios líderes políticos y religiosos han reconocido en él una voz profética y valiente desde Dakar a Berlín, otros, sobre todo en algunos países centroeuropeos y americanos, le han juzgado demasiado idealista, o incluso fuera de contacto con las realidades de la seguridad. Pero Francisco nunca ha retrocedido ante las tensiones, convencido de que la fidelidad al Evangelio exige estar al lado de los más vulnerables, sea cual sea la oposición.
En África y Europa, dos continentes en el centro de la dinámica migratoria, su mensaje ha resonado con especial fuerza. En las zonas de conflicto, las regiones fronterizas, los centros de acogida y las calles de nuestras ciudades, ha tendido la mano a los excluidos, negándose a aceptar el miedo y el repliegue. En sus viajes a la República Centroafricana, Sudán del Sur y la República Democrática del Congo, llevó un mensaje de paz arraigado en la justicia social. En Marsella, Rabat y Estrasburgo, interpeló a los responsables europeos sobre sus responsabilidades morales y políticas. Unió pueblos, tradiciones religiosas y continentes en una ética compartida de la hospitalidad.
Hoy, su partida nos compromete moral, espiritual y humanamente a mantener vivo el legado que nos ha dejado. El Papa Francisco nos deja no sólo palabras fuertes, sino una visión profética, un camino de justicia y fraternidad que recorrer, una obra que encarnar concretamente junto a los más vulnerables.
«Todo emigrante es un ser humano antes de ser emigrante». Esta convicción del Papa Francisco nos conmueve y nos compromete. Nos recuerda que la humanidad se mide por su capacidad de acoger al otro, sobre todo cuando viene de lejos, a menudo herido, pero siempre portador de esperanza. Que su mensaje siga inspirando nuestros pasos, que su valentía ilumine nuestras decisiones y que su recuerdo perviva en cada una de nuestras acciones para que la movilidad humana sea justa, digna y solidaria.
En este momento decisivo en el que la Iglesia se dispone a designar al sucesor del Papa Francisco, nuestra mirada, como la del mundo entero, se dirige a los cardenales reunidos en cónclave a partir del 7 de mayo de 2025 en la Capilla Sixtina del Vaticano bajo la luz del Espíritu Santo. Ante un proceso electoral que será conducido por 133 cardenales electore s, la mayoría de ellos nombrados por el propio Francisco , su responsabilidad es inmensa. No sólo están eligiendo a un líder espiritual, sino a un guía para nuestros tiempos turbulentos, un testigo de la fe arraigada en la justicia, la paz y la fraternidad.
Rezamos para que la elección del próximo Papa se inspire en las necesidades urgentes de nuestro tiempo: las de las personas en movimiento, los pobres, los excluidos, los pueblos en guerra, los jóvenes en busca de sentido y bienestar. El mundo necesita un pastor valiente, a imagen de Cristo, que camine junto a los más vulnerables y que continúe la obra de una Iglesia en salida a la luz del Evangelio, cercana a los pueblos y a las periferias.
Joel CELIA , Responsable de Comunicación de la RAEMH